martes, 9 de junio de 2020

COVID-19 O CORONAVIRUS



Hace tres meses que entró a formar parte de nuestras vidas y yo no he sentido la necesidad de escribir sobre ello hasta hoy. Tal vez estaba demasiado impactada.
Lo cierto es que llevo un tiempo sin escribir nada sobre nada, pero creo que ya es hora.

El coronavirus, fue designado con ese nombre por las extensiones que lleva encima de su núcleo y se se asemejan a la corona solar.
En febrero de este año, la organización mundial de la salud dio a conocer el nombre de covid-19 como un virus que empezó a propagarse en la ciudad china de Wuhan. Recuerdo la noticia como algo muy lejano, cuando digo lejano me refiero a que jamás pensé que llegaría a extenderse a todo el mundo y mucho menos que nos alcanzaría a nosotros. Lo veía desde la lejanía y pensaba que en China era algo no tan descabellado, como tantas otras cosas que pasan en esos países pero sin el temor de que llegase hasta aquí.

Todavía me espanta la imagen impactante que corría por internet en la que se veía a un grupo de hombres enfundados en una especie de trajes espaciales, que recorrían las calles desiertas disparando desde una máquina una especie de gas desinfectante, apuntando a los árboles, las ventanas y el suelo. Me causó una sensación extraña y desagradable y pensé, ¡que horror! parecía sacado de una película de ciencia-ficción. Me hizo sentir miedo al pensar que pudiera verme en semejante situación, incluso me dije, ¡que exagerados estos chinos! y hasta llegué a dudar de si era real o solo un montaje. A ese nivel de incredulidad llegué, pues no daba crédito a que eso pudiera obedecer a algo real y muchísimo menos que así nos íbamos a ver en pocas semanas en nuestro país. Pero llegó y de qué manera. Este maldito virus ha venido a coronarse como rey, dando honor a su nombre, para trastornarlo todo, ha irrumpido en nuestras vidas de forma bestial, sembrando el miedo, el pánico, la confusión, la enfermedad y hasta la muerte. Y nos ha cogido desprevenidos, con las manos vacías y sin armas con qué hacerle frente, porque ni los expertos saben todavía muy bien a qué nos enfrentamos.
Muchos días me he preguntado si esto estaba pasando de verdad o era un mal sueño. Pero cada nueva noticia me hacía volver a la cruel realidad.
¿Cómo tuvo sus orígenes? no lo se. ¿fue accidental o provocado? tampoco lo puedo afirmar. Solo se que la magnitud de semejante acontecimiento ha sido capaz de desviar nuestra mente de cualquier otra situación por grave que pudiera ser y de eclipsar cualquier noticia y eso les ha venido muy bien a muchos poderosos. A río revuelto, ganancia de pescadores.

Solo se habla del coronavirus, por radio, tv, prensa, entre la gente. Hemos escuchado esa palabra tantas veces, que si nos dieran un euro por cada vez que la oímos nombrar o la decimos, seríamos millonarios.
Hemos sido bombardeados con todo tipo de información sobre el virus, reales y falsas y las hemos hecho correr por las redes, en muchos casos, haciendo más daño que bien.
El virus ha traído mucha desconfianza, porque ni los que manejan la situación saben bien a lo que se enfrentan. Un día dicen una cosa, al siguiente otra distinta y no se ponen de acuerdo en nada. Eso crea temor en las personas y una inseguridad enorme. Además, el recibir tanta información solo ha servido para sembrar el miedo, pues estamos ya saturados y no es bueno para nuestra salud mental. Muchos hemos tenido que dejar de ver y oir según qué comentarios o programas para relajarnos un poco y distraer la mente con otras cosas. Eso aconsejan los sicólogos. No podemos estar todo el día engullendo información sobre el coronavirus.
Todo ha pasado a segundo plano. Los enfermos que antes estaban siempre en el médico, ahora no pueden acudir por miedo al contagio y la gente hemos sido poco menos que abandonados y dejados a nuestra suerte. Yo misma tuve un problema con una infección en un dedo del pie y tuve que recibir atención telefónica a ciegas, porque nadie me lo vio. Durante unos días pasé miedo, pero era mayor el miedo a presentarme en las urgencias de un hospital pues me arriesgaba a algo peor.
Los ancianos ha sido el colectivo más desprotegido de la sociedad, han caído como moscas sin que parece que les haya importado mucho, después de todo, para el poder, ellos solo representan una molestia y un gasto de pensiones que se han ahorrado. Es cruel decirlo, pero es así.

Cuando el virus entró en nuestro país, el miedo se instaló en las mentes. Miedo al contagio, a ir a un hospital, miedo a la soledad por no poder estar con los familiares, y sobre todo, miedo a lo desconocido, pues no hay nada que asuste más que enfrentarse a algo o alguien que no conocemos ni sabemos el alcance que pueda tener y sus consecuencias.
Llegó el confinamiento y la gente se recluyó en su casas como si afuera hubiera un monstruo recorriendo las calles para acecharnos y lanzarse a despedazarnos. De hecho,  hay gente que ha cogido pánico a salir a la calle.
Yo debo dar gracias a Dios, porque he sido privilegiada por ser una de tantas personas que tienen mascotas y no he dejado de salir ni un solo día a la calle, vivo en un piso grande y tengo una pequeña terraza en la que da el sol y el aire, pero pienso en tantas familias que se han tenido que ver con hijos pequeños, sin poder salir a la calle y en muchos casos, en viviendas de poco más de 40 metros cuadrados, como si estuvieran en la cárcel.
Está siendo muy dura esta situación. Me hace gracia porque he oído decir por varios medios, que esto sacaba a flote las buenas intenciones de la gente y que había servido para que saliera lo mejor de nosotros. Yo difiero de este punto de vista, porque si bien es cierto que en muchos ha sido así, lo normal es que una situación de confinamiento traiga todo lo contrario. La convivencia no es fácil para nadie porque todos somos diferentes y si además, nos obligan a estar las 24 horas con otras personas, sale a relucir el carácter de cada uno, y las diferencias de unos y otros, que ponen a prueba la poca paciencia que solemos tener y más con el estrés al que estamos acostumbrados a convivir.
Esto diría yo, que sobre todo ha sacado lo peor de muchas personas, porque en los seres humanos no alberga precisamente la bondad. Estamos llenos de defectos, de celos, envidias, contiendas, egoísmo, competitividad, ira y muchas de estas cosas, cuando se les pone cerrojo, terminan por explotar y se tornan en agresividad. Y qué decir de esas familias en las que ya antes del confinamiento vivían en un infierno, esto ha servido para agravar su situación, como maltratadores, abusadores, delincuentes y gente sin escrúpulos que también se han aprovechado de la debilidad de esta situación para sacar beneficio y entrar a robar en las casas haciéndose pasar por policía o sanitarios.

Los divorcios se han disparado.
Luego tenemos a ese grupo de gente o gentuza diría yo, que ante la gravedad de la situación que estamos viviendo, se salta las normas a la torera, poniendo en riesgo, no solo su vida, sino la de los demás y sin importarles nada, cuando estamos ante un virus que cada día está matando gente. La estupidez humana y la falta de humanidad sigue presente aún en situaciones de esta gravedad, porque este tipo de gente no es capaz de obrar con cordura y sensatez.
Hemos tenido que aprender a vivir de otra manera, desinfectando las cosas que tocamos, teniendo cuidado de no poner las manos en los pomos de las puertas ni en ningún objeto de la calle o de casa, si hay personas que tienen contacto con otros de afuera. Ya antes me lavaba mucho las manos, pero ahora se me irritaron al principio de lavarlas tantas veces. Cada vez que salimos al supermercado, hemos de ir con mascarilla y guantes y guardar las distancias de dos metros mínimo para evitar contagios. Esas mascarillas que tanto nos costaba encontrar porque se agotaban en las farmacias y que varían de precios, disparándose en según qué sitios. Ahora parece que ya se ha regulado. Mascarillas que muchos no sabemos si estamos usando correctamente, porque nos bombardean con informaciones contradictorias. Su uso se hace muy incómodo pero tendremos que acostumbrarnos a ella como una prenda más de nuestro atuendo diario.
Hemos de desinfectar o lavar todo lo que traemos de fuera. Ponernos un calzado para salir y dejarlo en la entrada cuando volvemos, para cambiarnos con otros zatapos.
Lavarles las patas a los perros cuando volvemos del paseo y todo esto se convierte en una carga pesada que hemos tenido que añadir a las cargas que ya traíamos.
La gente se avalanzó los primeros días en los supermercados arrasando con todo tipo de alimentos, como si fuera a venir una guerra y sin pensar en los demás. Se agotó el papel higiénico, los guantes, los geles desinfectantes, los botes de legumbres y la harina, entre otras cosas. Ahora parece que se ha recobrado la calma, aunque sigue sin haber productos concretos como guantes.

Cuando empezó todo esto llegué a sentir miedo a los primeros días. Yo soy una persona algo hipocondríaca y además, estaba en situación de riesgo por edad y por enfermedad crónica y mi marido más aún, pues es bastante más mayor que yo y el pensar que este virus ataca a las vías respiratorias me aterraba. Mi hija también estaba yendo a trabajar y exponiéndose al virus  cada día, hasta que le dijeron que trabajaría desde casa.
He tenido altos y bajos, días en los que me sentía deprimida y otros en los que yo misma me impulsaba a estar mejor. Pero mi fe en Dios, mi Salvador, ha hecho que ponga mi vida en sus manos ante esta pandemia y me he dicho, mi vida y mi salud no depende del coronavirus, por muy devastador que pueda ser, mi vida depende absolutamente del cuidado de Dios y Él me protegerá de todo mal, a mi familia y a mi. Y si dejara que me alcance, será porque hay un propósito detrás. No está en mi mano evitarlo, yo solo puedo ser responsable y actuar guardando las medidas de protección que se nos han aconsejado y lo demás, ya no es competencia mía.

Como cristiana que soy, recordé cuando el pueblo de Israel estaba en Egipto y Moisés acudía a faraón para que dejara salir al pueblo en libertad y ante la negativa de faraón una  y otra vez, llegó una de las plagas, la que iba a llevarse a todo priomogénito de cada casa, salvo aquella casa que pintara con sangre el dintel de sus puertas, porque la muerte al pasar, no tocaría esa morada. Lo estoy escribiendo y se me pone la piel de gallina, porque eso simboliza la sangre de Cristo que nos protege de la muerte.Y la muerte pasó de largo por las puertas que tenían la marca. Y yo pensé que mi vida está marcada con la preciosa sangre de Cristo y que Él me guardará de todo mal. Estoy bajo su protección, yo y mi casa. Incluso entonces yo tenía dos inquilinos viviendo en mi casa, dos habitaciones alquiladas y también sabía que Dios protegería sus vidas mientras estuvieran allí, porque mi hogar estaba protegido. Como Dios protegió también a los extranjeros que se refugiaron en casa del pueblo de Dios.

Salmo 91:9.
Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza, Al Altísimo por tu habitación,
10. No te sobrevendrá mal, Ni plaga tocará tu morada.

Esa es la seguridad que tenemos los que hemos puesto nuestra confianza en Dios.
Ahora llevo muchas semanas en las que ya no tengo temor. Yo estoy tranquila, no quiero decir que no me preocupe en ciertos momentos y que tenga ratos de bajón, pero el temor está fuera de mi vida.
Yo pienso que este virus marcará un antes y un después en la vida de la gente. Tampoco creo que la vida que nos espera vuelva a ser la que teníamos antes. Esto nos marcará de por vida. Yo soy una persona optimista y positiva, pero también soy realista y esta crisis que estamos viviendo a nivel mundial es algo que yo jamás pensé ni imaginé que podrían ver mis ojos. Tal vez Dios quiera recordarle al ser humano que no somos nada, que la vida se puede desvanecer en cualquier momento y que es hora de poner en órden nuestros asuntos con Dios, porque hay una vida después de esta, una vida eterna que solo podemos encontrar aquí y ahora, mientras hay tiempo. Hay que buscar a Dios, creer en Jesucristo como Salvador nuestro y aceptarle también como el Señor de nuestra vida.
Juan 3:16
"Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna."

Juan 14:6
Jesús le contestó:
—Yo soy el camino, la verdad y la vida. Solamente por mí se puede llegar al Padre.

(Marcos 1:15)
diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio.


(Hechos 3:19)
Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio,


Este virus también ha traído algo bueno, quitar en un alto porcentaje la contaminación de nuestras ciudades, hacer el aire mucho más limpio y respirable, devolver a los ríos la fauna y limpiar la naturaleza. Hasta de lo malo podemos sacar algo bueno.
Pero ha traído mucho daño y dolor. Enfermedad, demasiadas muertes y algunas con mucho sufrimiento y a eso se le ha añadido la pena de no poder despedir a los seres queridos para darles el último adios, ni siquiera el consuelo de hacerles un funeral digno. Algunos han tenido que esperar semanas con los cuerpos de los familiares esperando a ser enterrados. Eso es de las cosas más duras que hay, o despedirse de un familiar que es ingresado sabiendo que ya no podremos estar con él cuando más nos necesita y el dolor del que se queda solo, sin saber si va a poder volver a ver a los suyos.
No podemos abrazar ni besar a quienes amamos, pensando en su seguridad y la nuestra. Muchos abrazos reprimidos y besos guardados, esperando a que llegue el momento del reencuentro. Padres, hijos, hermanos, abuelos a los que no podemos ver y aprovechando la tecnología que nos permite al menos vernos por el teléfono o el ordenador.
Yo me aprovecho para regalar besos y abrazos a mis perras, que es a las únicas que se los pueda dar.

La gente nos hemos vuelto desconfiados, nos cambiamos de acera para no cruzarnos con otros y el espectáculo de ir por las calles con mascarillas, es como si estuviéramos siendo espectadores o actores de una película futurista.
Si hace solo tres meses y poco más me hubieran dicho que íbamos a vivir esta situación, no me lo hubiera podido creer.
Me preocupa muchísimo la situación económica y la crisis en la que se está sumergiendo nuestro país y el mundo. Es una crisis que pinta muy mal. Muchas familias ya no pueden llegar a fin de mes, negocios que están cerrando sus puertas porque no pueden pagar los alquileres ni las facturas porque no generan ingresos.
Ahora mismo podríamos decir que no tenemos futuro.
Solo le pido a Dos todos los días, que dé sabiduría a los gobiernos de cada país en todo el mundo, para saber tomar decisiones sabias que nos beneficien a todos y buscar soluciones para cada problema. Que ponga luz en las mentes de los científicos para encontrar una vacuna que nos libre de esta peste de virus y que a ser posible, lo manden fuera para siempre, porque parece que ha venido para quedarse.
Que proteja a todo el personal sanitario, médicos y enfermeras para que no se contagien y estén fuertes para cuidar de los enfermos.
Que todo enfermo se cure y que no hayan más muertes.
Que con el tiempo podamos mirar atrás y recordarlo como una pesadilla que ya forma parte del pasado y que aprendamos algo bueno de esta terrible situación que nos ha tocado vivir.
Que Dios nos ayude a adaptarnos a esta situación y nos de fortaleza y sabiduría para vivir en medio de ella.

Pensemos que este virus es un enemigo terrible y cruel, que está haciendo muchísimo daño, pero no debemos vivir con miedo, porque el miedo paraliza y nos deja inútiles y además, hemos de tener presente que Dios está por encima de ese maldito virus y que no irá más allá de lo que Dios le permita. Él tiene todo el control, el mundo está en sus manos. Dios es su creador y Él dirá cuando y cómo será el fín, no lo va a determinar el coronavirus, que por mucha corona que tenga, su reinado no es para siempre, solo Dios es Rey de Reyes y su reinado es eterno.

Mayte Carbonell
20-5-2020